La rápida expansión de la variante Ómicron en Europa hace prever que en marzo de 2022 cumpliremos dos años de pandemia por la enfermedad Covid-19, y que aún no aprendemos cómo abordarlo.
Las medidas de confinamiento, distanciamiento físico y vacunación que se han instaurado no han logrado detener ni el aumento de contagios ni la aparición de nuevas variantes con mayor tasa de propagación. Los científicos internacionales concuerdan en que esta pandemia debe abordarse de forma globalizada, pues la baja tasa de vacunación en los países más pobres permite una mayor circulación del virus, favoreciendo la aparición de las nuevas variantes.
No resulta efectivo que los países más desarrollados programen la cuarta dosis de vacunación cuando hay un 40% de la población mundial que aún no ha recibido la primera dosis y, aunque con restricciones, siguen abiertas las fronteras. La población no vacunada se concentra en 51 países, 75% de ellos ubicados en África. Por otro lado, las tasas de vacunación se relacionan directamente con la economía de los países, el 80% de los países con menor tasa de vacunación están entre los más pobres, mientras que los países con mayor tasa de vacunación (sobre el 77%) son los con renta alta y media-alta. Dentro de estos indicadores, Chile es considerado como país de renta alta y con una tasa de vacunación completa del 88%, una de las tres más altas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha propuesto alcanzar 70% de vacunación de todos los países a mitad de 2022, resguardando una distribución equitativa de vacunas, promoviendo la donación de vacunas desde los países más ricos (por ejemplo, desde el G7) y consiguiendo que las empresas liberen sus licencias, para realizar una manufactura local.
Buscando el bien de su población, algunos gobiernos se han visto forzados a tomar medidas más drásticas, como la deportación del tenista serbio Novak Djokovic por el gobierno australiano, por no encontrarse vacunado. Otros países presentan claras restricciones de prohibición de entrada a personas no vacunadas o provenientes de ciertos países africanos. Por otro lado, el surgimiento de grupo anti-vacunas, argumentando autonomía de decisión, choca con el beneficio de la toda la sociedad y no favorece el control de esta pandemia.
En conclusión, instituciones e individuos debemos pensar en el bien común, asegurando el bienestar de cada integrante del mundo globalizado en que vivimos, solo así haremos frente a esta pandemia.