“The Chinese way of life”


Durante los últimos 100 años, el mundo ha vivido la hegemonía de los EE.UU. de Norteamérica, difundiéndose su ideología política de democracia y visión económica de libre mercado en prácticamente todos los países. Este liderazgo mundial se ha visto reforzado por la exportación masiva de sus productos y servicios, y por valores culturales expresados especialmente en su música y cine, cuyos contenidos se convirtieron en referente y aspiración de millones de personas. El, así denominado “American way of life”, se ha impuesto así, en diversos escenarios y episodios de la historia contemporánea, muchas veces apoyado en el poderío militar.

Todo esto está cambiando más rápido de lo pensado. En efecto, estamos viviendo tiempos que serán recordados en los anales de la historia y que impregnarán los destinos de este mundo para las siguientes décadas o incluso siglos, en una acción que se ve impulsada en parte significativa desde el sector oriental del orbe.

A partir de los años ‘80, ha ido surgiendo gradualmente una potencia económica que nació desde un sistema político opuesto a los EEUU: la República Popular China. El padre del milagro chino, fue Deng Xiaoping, quien ha ido adaptando el sistema económico de planificación central del Estado, dando así inicio a que el país creciere durante las últimas décadas a tasas pocas veces vistas en la historia económica mundial. Se ha hablado del pragmatismo chino, para referirse a la habilidad de combinar certeramente un sistema político comunista con elementos de economía de mercado. El resultado ha hecho avanzar al gigante oriental a tal paso, que ya ha destronado a EE.UU. como potencia económica.

Y como sucede en muchos de los procesos históricos, estos cambios globales tienen también componentes sorpresivos y no planificados, que influyen en su aceleración: la asunción de Donald Trump, quien siguiendo su promesa “America First”, ha adoptado políticas proteccionistas, que van relegando a su país en el escenario internacional, y van generando el ambiente propicio y espacios suficientes para que China asuma una posición de liderazgo, defendiendo el comercio internacional y la apertura económica, para así diseñar el sistema de comercio mundial acorde a sus necesidades.

China cuenta con todos los elementos para asumir como la nueva potencia mundial, y con ello, ser un actor influyente que impone a los demás países sus intereses y valores: no solo posee un amplio territorio que lo rankea como el 4° país más extenso del mundo, sino también impresiona por ser el país con mayor número de habitantes a nivel global, encontrándose además un número significativo de chinos en el exterior. Posee amplio acceso a materias primas y recursos naturales; desarrolla tecnología avanzada que se posiciona cada vez mejor en los circuitos económicos internacionales, y unas fuerzas armadas que generan respeto. Por último, no hay que olvidar la extensa historia, tradición y cultura milenaria de China, que muchas veces resulta poco conocida en Occidente.  En resumen, China es económicamente dominante, culturalmente gravitante y militarmente determinante. Llegó el tiempo del “Chinese way of life”.