Es evidente que con el tiempo hemos ido perdiendo dos principios de vida esenciales para nuestro desarrollo humano, distanciamiento que ha traído graves consecuencias en nuestra forma de vivir, representando, además, una amenaza para un futuro que ya no es “nuestro”. La pérdida del sentido de vida “comunitaria” y abandonar nuestra condición natural. Como agravante, en aras del “modernismo” se ha reducido la educación a un mero aprendizaje escolar estandarizado (medible), que sirve solamente para avanzar en un sistema intelectualista orientado al mundo laboral. Hoy, la educación no sirve para vivir en comunidad o para ser parte de un ecosistema. Notas, puntajes, datos de eficiencia interna, ranking y todo lo que “mide” calidad destruyen cualquier aspiración comunitaria. Nada es de todos y todo es de pocos, incluso lenguaje, habla y medios para hacerlo son privados. Así, poco queda para aspirar a una educación orientada a la formación integral de la persona humana, pues enfrentamos nuestro destino divididos y destruyendo el entorno natural.
Pero esto no ha sido siempre así y, para recordarnos que existe una forma diferente de vivir, humana, comunitaria y ecológica, debiéramos volcar la mirada al pueblo maya tojobal, para quienes naturaleza y cultura forman parte de una forma única (cosmovisión) de vivir y ver la realidad. Para los tojobales, cuando una persona habla (“yo dije, tu escuchaste”) lo hace con un sentido comunitario pues decir y oír son acciones de sujetos que se complementan en el habla, que no está mediada, como el caso del español, que separa a los sujetos por el objeto (o complemento) del “te dije”. Para los tojobales la comunicación es una actividad comunitaria y el concepto clave que define su lugar en la tierra (ser vivo), es “Nosotros”. El Nosotros significa todos, lo que está en todos, sin excepciones y que da sentido a la comunidad, que no le pertenece a nadie en particular, pues los tojobales no tienen reyes, jefes, caudillos, caciques o mandones, incluso esas palabras no existen en su lenguaje.
Los tojobales carecen de la palabra enemigo, porque saben escuchar, cuando hablan escuchan como única forma de vivificar el sentido comunitario de sus vidas, de integrar al escuchante. Mientras occidente ha dividido la sociedad en clases y ha creado estructuras de poder que se perpetúan, los tojobales buscan vivir en armonía y en equilibrio con todos los demás seres vivos, con la tierra misma, pues ella es la madre, que respetan y aman como a todos los seres vivos y no vivos que acoge. Su cosmovisión hace que todas las cosas del mundo sean sujetos y no meros objeto explotables como aprendimos en occidente. Plantas, animales y cosas son parte de “nosotros”. Depredación, destrucción, explotación no son conceptos del pensamiento de los tojobales y no se les ocurre hacer algo que la dañe u ofenda.
Los tojobales son un pueblo originario del sureste de México, de la zona del Chiapas, que limita con Guatemala, y que a pesar de la globalización mantienen viva su lengua y sus costumbres. Debiéramos aprender de ellos y de los pueblos ancestrales a vivir en comunidad y a respetar la naturaleza, pues si perdemos ambos componentes de la existencia, dejamos de ser humanos. Así lo hizo Carlos Lenkersdorf, filósofo y lingüista alemán que vivió entre los tojolabales por más de veinte años aprendiendo su cultura y su lengua y nos la enseña hoy como forma de vida a seguir.