Alto al Simce


El Simce se desarrolla desde 1988. Su propósito principal es contribuir al mejoramiento de la calidad y equidad de la educación, informando sobre el desempeño de los estudiantes en diferentes sectores de aprendizaje, y relacionándolos con el contexto escolar y social en que ellos aprenden.

El  Simce se desarrolla desde 1988. Su propósito principal es contribuir al mejoramiento de la calidad y equidad de la educación, informando sobre el desempeño de los estudiantes en diferentes sectores de aprendizaje, y relacionándolos con el contexto escolar y social en que ellos aprenden.

Independientemente del valor informacional que los resultados tienen para padres, profesores, directivos docentes, sostenedores y la comunidad, su principal aporte es el diseño de políticas públicas que aseguren calidad de aprendizajes, equidad en el  acceso e inclusión de todos a los beneficios educativos.

Si bien el valor informacional se ha logrado, tenemos sin embargo efectos indeseables, que nos obligan a repensar su efectividad a nivel curricular, docente y de política pública. Respecto del currículum, hoy todo gira en torno al Simce; nada hay más importante que ejercitar para la prueba. Es el eje del currículo, de la vida escuela-familia, y factor de sobrevivencia.

En relación al docente, su tarea se ha reducido a una labor funcional y a mero coaching instruccional. Desde el punto de vista de la política pública, un completo fracaso, pues la calidad hoy depende del ingreso de la familia, la equidad se trasladó desde el eje de la formación integral al eje económico. Y de inclusión, mejor no hablar, por cuanto uno de cada tres chilenos no ha terminado su enseñanza y cerca de un millón de jóvenes no estudia ni trabaja.

Debemos poner un alto al Simce y a su obsesiva expansión, ya que después de 46 años de mediciones tenemos uno de los sistemas más segmentados y segregados del mundo, donde la diferencia entre una escuela pobre y una ABC1 alcanza una brecha de casi 100 puntos. Y aunque se eliminó el semáforo de escuelas, la Agencia de Calidad empeora la situación pues lo único que hace es ordenar las escuelas por puntajes, es decir, legitima los rankings, lo que implica que aquéllas que les va mal están condenadas a desaparecer. El Simce ha perforado la moral ciudadana para convertir la escuela en una herramienta al servicio del lucro y del capitalismo religioso.

aladino-aranedaAladino Araneda Valdés
Académico Facultad de Educación
Universidad Católica de la Santísima Concepción