A propósito de la educación: ya es hora de ponerle el cascabel al gato.


¿Estamos de acuerdo? Cuando la educación se transforma en un bien de consumo de altísimo costo y eso no se cuestiona y hasta parece natural, toda definición antropológica y filosófica ya queda zanjada. Y en esto sí que los árboles no dejan ver el bosque: el problema no es de forma, es de fondo. Y es político. Heredamos un sistema cuyo diseño ideológico y operativo fue concebido en dictadura, fraguado entre el poder político para el cual la educación y las universidades constituían una amenaza y entre quienes hicieron del neoliberalismo la ideología suprema de la Patria. Llegamos así a una educación fragmentada y fragmentaria, elitista, desconectada del contexto social y no sólo reproductora, sino productora, es decir, generadora en sí misma, de las enormes diferencias sociales, materiales, culturales que explican las inequidades profundas que padece nuestra sociedad. Es probable que el “modelo antropológico” subyacente no se haya explicitado, pero el modelo existe, y es perverso. El problema es que “pega”, como canción cebolla que aprendemos en la micro. Si no, revisemos los discursos sobre la educación. El mismo presidente de la república declaró que ésta era un bien de consumo. En esa lógica los estudiantes son usuarios/consumidores, los académicos y profesores son funcionarios o empleados y los procesos de formación son cadenas productivas, impecables, con “sello de calidad”, pero en serie, de entes productivos.

El problema ahora, es quién le pone el cascabel al gato. Claramente no lo hicieron los gobiernos anteriores. Y razones hay muchas, pero a los jóvenes no les importan, porque no tienen que ver con ellos, ni con sus padres endeudados y angustiados. Y ahora, ¿en qué estamos?, ¿qué tan convencido está el actual gobierno de realizar los cambios que el sistema educacional chileno requiere? Porque digamos las cosas claras, esto no se termina con miles más, miles menos. El problema es estructural, porque hablar del lucro, de la calidad, de la equidad en el acceso, etc. y de verdad querer solucionar los problemas implica hacer cambios profundos. Y ahí radica el problema, porque no todos están convencidos de querer cambiar el sistema, porque sustentan un concepto y un modelo antropológico que se los impide, porque los favorece, porque son parte del problema.

¿Y mientras qué? Pues seguimos en deuda con nuestros niños y jóvenes. Los estudiantes que han puesto el tema en el debate nacional, que han expresado sin temores su posición nos están dando una gran lección. De profesores o “académicos” (para que nadie se ofenda), a alumnos o aprendices. A sí me siento. Pero además, me siento interpelada. Es que el silencio es otra forma de encarnar el modelo y eso sí que no me gusta, porque nos hace de alguna manera cómplices de aquello que criticamos en conversaciones de pasillo o en tertulias de café.

Por último, una pregunta para los expertos: ¿Quién nos puede explicar por qué en Chile no puede haber educación universitaria de calidad y gratuita, al menos en una universidad, mientras que en otros países latinoamericanos sí las hay y figuran como las mejores del continente (muy por encima de las mejor rankeadas de nuestro país)?

Dra. Beatriz Arancibia Gutiérrez
Departamento de Lenguas Facultad de Educación
Universidad Católica de la Santísima Concepción

B.A.