El 21 de mayo ha sido declarado desde hace mucho tiempo el día de la conmemoración de las “Glorias navales” de Chile. Más allá de la gesta del capitán Arturo Prat y de la caballerosidad del Almirante Miguel Grau, estas fechas provocan a muchos la pregunta sobre el llamado “patriotismo”.
El patriotismo se lo suele definir como un sentimiento de orgullo y pertenencia a una tierra y su gente. Algunos sostienen que no es más que la extrapolación al conglomerado nacional moderno del atávico sentimiento de pertenencia étnica y orgullo tribal. Lo cierto es que parece bastante claro que en la mayoría de los países (si no en todos) la mayor parte de su población se siente orgullosa de pertenecer a sus respectivas nacionalidades, lo que supone que asumen su historia y su estilo de vida como parte de ese orgullo.
Con todo, el patriotismo ha sido asociado por muchos de sus detractores a la violencia y al militarismo, amén de la xenofobia, racismo, cuando no a los diversos genocidios, guerras y caudillismos. Cierto que no todo eso ha sido siempre por “patriotismo/tribalismo”. No obstante, ante eso se propone un mayor internacionalismo o universalismo.
La necesidad de la persona humana de pertenecer a un grupo que le otorgue identidad y aceptación social, que psicológicamente le otorgue la satisfacción de sentir como propia y meritoria la historia común y le permita vislumbrar un futuro con sentido personal y colectivo, es en mi opinión la base antropológica del llamado patriotismo/tribalismo. En otras palabras, la necesidad de sentirse parte acogida y celebrada de una concreta comunidad humana más amplia que la propia familia.
La historia de los pueblos nos ha sido narrada principalmente, y en algunos casos casi exclusivamente, sobre los hitos de las gestas militares, la mayoría de ellas relacionadas con alguna liberación. Libertad es haber roto las cadenas de alguna sujeción u opresión. “Libertad de…” algo. Defensa y lucha por mantenerla, etc. Más difícil es comprender el patriotismo como “libertad para…” construir y ejercer la propia libertad así lograda. Ése es a mi juicio el civismo que se abre al bien común humano de una colectividad concreta.
El patriotismo para que no se deforme en chovinismo (orgullo desmedido por el propio país) y otras cosas peores, debe asociarse con el civismo. Así celebramos no sólo las gestas, no sólo a los libertadores y héroes militares, sino también a los forjadores civiles del desarrollo cívico de la nación: artistas, pioneros, líderes sociales y nacionales que han hecho grande, más acogedora y habitable nuestra sociedad y país. Mujeres y varones ilustres (no necesariamente “ilustrados”) que han amado a su patria como casa de todos y para todos, y han contribuido con creatividad, arrojo y voluntad a ensanchar generosamente el alma nacional.