
Tras celebrar 18 años de sacerdocio, el Padre Luis Rifo, Vice Gran Canciller de la UCSC, hace un balance positivo de estos años al servicio de Dios a través de la Iglesia.
“Les encomiendo y les pido que me ayuden a responder al Señor para hacer su voluntad, no tengo otro anhelo que ese”. Con este sentido mensaje, el Vice Gran Canciller de la UCSC, Padre Luis Rifo Feliú, agradeció las muestras de cariño que recibió este lunes al conmemorarse 18 años de su ordenación sacerdotal.
Aunque a los 11 años ya tenía claro que quería seguir al Señor, debieron pasar muchos años antes de tomar esta decisión.
Hoy, además de representar la figura del Gran Canciller en nuestra Universidad, el Padre Rifo es director espiritual del Seminario Metropolitano de Concepción y colabora con comunidades de la Arquidiócesis como la Parroquia San Juan de Mata.
Ayer temprano, tras celebrar su primera misa con las religiosas de Las Pías Discípulas en la Casa del Clero, como todos los días, no se imaginó que el Rector, su equipo directivo más otros funcionarios de Casa Central lo esperarían a las nueve de la mañana para saludarlo en este día.
-¿Cómo han sido estos 18 años de vida sacerdotal?
-Un motivo de profunda gratitud al Señor por el don del Ministerio Sacerdotal. Me he reconocido siempre como una persona muy bendecida en todo ámbito, pero creo que la bendición más grande que he recibido en mi vida ha sido que el Señor me ha llamado para ser sacerdote. Me ha ordenado sacerdote y me ha encargado este ministerio que supone la renovación del Misterio Pascual de Jesucristo, de hacer presente su cuerpo y su sangre y predicar su palabra en los diferentes encargos ministeriales que he tenido.
-¿Cuántos años tenía cuando comprendió que su vocación era el sacerdocio?
-Me quedó claro a los 11 años. Pero eso no significó que inmediatamente siguiera el proceso. Si bien estudiaba en un colegio religioso, el San Agustín, todavía no tenía claridad respecto de dónde, cómo y cuándo. Esto se pudo manifestar con mayor madurez cuando estaba concluyendo la carrera de Química y Farmacia en la Universidad de Concepción y tras unos años de trabajo en la PUC sede regional Talcahuano (…) Estaba en eso cuando, gracias a la orientación y apoyo del padre José María García Patiño, se dio la oportunidad para emprender un camino que todavía no estaba claramente definido.
-¿Cómo llega un joven estudiante de una carrera científica a darse cuenta de que en realidad quiere consagrar su vida a Dios?
-Bueno, ya lo tenía pensado, además mientras estudiaba Química y Farmacia iba a misa y rezaba el rosario todos los días. Estaba en la PUC, coincidentemente acababa de morir mi padre, y este sacerdote me orienta, me dice que hay que empezar a discernir adecuadamente y esto significó comenzar a estudiar Filosofía. Posteriormente, postulé para hacer en la formación de postgrados los estudios teológicos y filosóficos restantes.
Tras cuatro años en España, regresó a Chile y solicitó la admisión como candidato al sacerdocio en la Arquidiócesis de Concepción. “Entonces me acogió el Arzobispo de aquel entonces y fundador de la Universidad, Monseñor Antonio Moreno. Con el discernimiento de la Iglesia me admitieron a las órdenes sagradas y fui ordenado el 31 de mayo de 1992 en la Catedral de Concepción, como Presbítero de la Iglesia”, recuerda.
-¿Cómo ha sido para usted este tiempo de servicio en la Universidad?
-Ha sido de gran responsabilidad, es ponerme a disposición de la Iglesia para servirla justamente en todos aquellos encargos que el Gran Canciller me ha propuesto y por lo tanto al interior de esta función me doy cuenta que es aquí donde debo responder a la voluntad de Dios. Por lo tanto es una tarea muy importante y que consiste en acercar la figura del Obispo a los procesos internos y a la gestión de la Universidad para que esta pueda corresponder cada vez mejor a lo que la Iglesia espera de todos nosotros.