Cecilia Gutiérrez, psicóloga Unidad Desarrollo Organizacional.
Hace un tiempo les hablé de la dignidad y particularmente hice alusión a Donna Hicks, académica de Harvard. Ella señala que “si dedicas tiempo a las personas, tendrás tiempo y tendrás personas” y que, para “apoyar” una unidad, primero hay que “sanar las heridas del pasado, infligidas en la dignidad de las personas”, considerando que la dignidad humana no es una cualidad otorgada por alguien, sino algo inherente a la persona.
Así, respetar la dignidad del otro, implica aceptar a la persona y reconocerla en situaciones difíciles. Sin embargo, ocurre en ocasiones que no reconocemos y aceptamos a las personas y afectamos su dignidad, de manera no premeditada, inclusive.
Ahora bien, la dignidad no se basa en el tipo de trabajo que se realiza, sino en la persona que lo realiza. Por tanto, cada función y tarea desarrollada en nuestra Universidad merece el mismo respeto. Lo que cada uno hace es diferente y no necesariamente más o menos importante.
¿Qué espero para el 2020? Espero respeto y, por ende, dignidad.
Dignidad entendida como la cualidad del que se hace valer como persona, se comporta con responsabilidad, seriedad y con respeto hacia sí mismo y hacia los demás. Desde esta perspectiva el concepto de “dignidad humana” es “consustancial al desarrollo de los Derechos Humanos” y es un atributo que no distingue edad, etnia, género, sexo, creencia religiosa, opinión política, situación civil ni económica.
¿Cómo atiendo a la dignidad de las personas que me rodean?
Piense en su unidad de trabajo. Aportar a la dignidad de las personas considera no solo a sus pares, personas a cargo y jefaturas, sino a las personas que trabajan en otras unidades, estudiantes y trabajadores externos. Respetarlos, es “cuidar de su vida” tanto física, emocional y agrego espiritualmente, y en la medida de lo posible facilitarle los medios para vivirla dignamente. Por lo mismo, implica pensar siempre si nuestra acción, actitud u omisión está perjudicando en alguna u otra forma la dignidad del otro.
Desde esta perspectiva “lo que sale de su boca” es muy relevante. Analizar; ¿qué dice? ¿cómo lo dice? ¿a quién lo dice? y ¿en qué circunstancia lo dice? Es vital.
Hay personas que hacen daño y afectan la dignidad de las personas de una manera devastadora, muchas veces, apelando a la “franqueza absoluta”. Insultar a alguien, haciendo alusión a su escasa inteligencia, creatividad o habilidad, siempre va a generar un daño y algunas personas normalizan esa forma de operar sin asumir las consecuencias de ello. Por lo mismo, vuelvo a preguntar ¿cuál es el contenido de su discurso más frecuente?
Para el 2020, quiero más respeto y más dignidad. Si su discurso se basa en la queja, sea más propositivo. Si su palabra frecuente es “imposible”, sea más flexible y creativo. Si sus conversaciones se basan en hablar de otros, hable más de usted. Si considera que la gente que le rodea es poco productiva, trabaje en los talentos y en los procesos de trabajo.
Finalmente ¿hasta cuándo insistir en la dignidad y el respeto? No hay límite, nunca es suficiente. Inicie en el trabajo con sus pares, personas a cargo y jefaturas, extiéndalo a su comunidad, en el tráfico, en la micro y en el negocio de la esquina, hasta que se vuelva un hábito y forme parte de usted. Cito a Gandhi “Cuide tus pensamientos, porque se convertirán en sus palabras. Cuide sus palabras, porque se convertirán en sus actos. Cuide sus actos, porque se convertirán en sus hábitos. Cuide sus hábitos, porque se convertirán en su destino.